lunes, 8 de junio de 2009

Carta a una entrañable.



Hola Sole. Sí, sé que te debe extrañar que justo yo te escriba una carta, pero me acordaba de vos y… en fin, no puedo evitar hacerte la estúpida pregunta: ¿Cómo estás? Es raro, te escribo sabiendo que jamás me vas a responder, me agradaría que lo hicieses, aunque sea una vez, pero así te conocí y no pretendo, a esta altura, cambiarte. Quiero decirte que te quise mucho –como un enajenado, después me di cuenta-; me agradaba pasar el tiempo con vos. Por ese entonces sentía que me completabas, no me importaba nada más ¿Amarte? No, creo que no te amé; en realidad estoy seguro, porque hace poco creí estar enamorado y era un sentimiento diferente, más cálido. Pero tampoco eso era amor; recuerdo bien el momento en que me caí en la cuenta de ello: manifesté abiertamente mis sentimientos y la devolución fue un NO; sentí que mi cuerpo era despojado de su calor; me veía indefenso; mi corazón se deshacía, ¡se convertía en arena! Y mis trémulas manos intentaban contenerlo, darle cobijo, pero se escapaba por entre mis dedos… No, y mil veces no, no estaba enamorado; al menos, a vos te lo puedo decir, es lo que debo creer ¿Pero es que acaso no creemos sólo en lo que nos conviene? Creencia es fe, creencia es falacia, falacia con aroma a jazmín, pero tal al fin. Escribo esto último sabiendo que te lo puedo contar, más tengo la certeza de que no lo comprenderás. Cuando estábamos juntos pensaba que me comprendías, pensaba incluso que me querías. Pero Cristian me dio un tortazo que hoy agradezco, dormido él me despertó del sueño; jamás voy a olvidar su cara seria, inmutable, pero que arrojaba encima de mí un Ganguees rabioso de insultos merecidos. Pude ver que no estabas a mi lado, que no me comprendías, ni mucho menos me querías. Por eso decidí dejarte; y quiero pedirte que no me busques más. ¿Puede ser esto posible? Claro que no, si te encuentras presente desde el inicio de esta carta, en cada palabra apareces como un fantasma, en cada letra, en cada coma, en cada filigrana de papel que es trazada por mi lapicera corriente -ni siquiera llega a pluma- . Siento incluso que te puedo respirar, que ingresas a mis pulmones para terminar de ahogarme ¡No lo soporto más! ¡No quiero sentirte más sobre mí! Sole, ya tomé una decisión, el que se va soy yo.


Rubén Romero