miércoles, 28 de mayo de 2008

Hechos... La Revista.

Hechos... La Revista.
Aprender a con-vivir
Todos los días, consciente o inconscientemente, elegimos, decidimos, marcando nuestro destino y formando nuestro futuro. Desde actitudes cotidianas hasta decisiones que nos acompañarán un largo tiempo o toda la vida. Cepillarnos los dientes, usar determinado perfume, elegir nuestra pareja; los amigos, la pertenencia o rechazo a determinada ideología política o religiosa o elegir en el presente lo que nos beneficiará o perjudicará en el futuro.
Nuestra cultura posee una visión del ser libre, que es constructor de su vida, su futuro y sus relaciones a partir de sus decisiones, a diferencia de nuestros queridos padres culturales, aquellos griegos que consideraban que sus vidas estaban sujetas al antojo de los dioses, quienes caprichosamente jugaban con las vidas humanas. Que un griego como Edipo asesinara a su padre, se casara con su madre, tuviera relaciones carnales con ella y engendrara cuatro hijos- hermanos, no era algo que se le pudiera achacar al pobre Edipo, porque, en última instancia, él no podía evitar su destino, si éste había sido planificado por los dioses.
En cambio, nosotros, en la actualidad, ya no tenemos ese concepto, y sí el de "libre albedrío", libre poder de decisión sobre nuestros actos. Somos responsables y autores de nuestras decisiones y hechos por ser individuos libres, por el simple hecho de ser personas. Pensamos y hacemos lo que creemos mejor para nosotros, pero siempre influenciados por nuestra historia social y personal, teniendo en cuenta el efecto, causa y consecuencia que provocamos. Y ahí comienza el problema. ¿Tenemos siempre en cuenta el efecto que producimos en los seres que nos rodean, con nuestras decisiones? ¿O simplemente buscamos la satisfacción personal y actual de un capricho, una necesidad del hoy, sin más?
A veces, nuestras decisiones pueden ser aceptadas por los demás. Otras, no. Y se puede llegar a no respetar al otro. Y comienzan las discusiones con quien no se está de acuerdo. Como resultado, algo que debería ser cultivado por un pueblo que desea vivir en sociedad sanamente, la TOLERANCIA, desaparece. Un valor tan importante, fundamental para regular nuestras vidas y nuestras relaciones interpersonales. Respetar, tolerar, aceptar al "otro", al prójimo, a quien debemos cuidar, porque sin él no somos.
En este sentido es importante recordar, para comenzar a practicar la tolerancia, que el otro tiene el mismo derecho que nosotros a la libre decisión. Por más que nos moleste o no nos parezca bien. El concepto del "otro" aparece como una separación, distinción del yo y, por lo tanto, no igual, distinto. Parecido, a lo sumo. Pero "otro".
La falta de tolerancia es la principal causa por la que se recurre a la violencia, ya que queremos imponer a la fuerza nuestros pensamientos, nuestra forma de sentir o actuar. Sin darnos cuenta de que perdemos lo que nos debería caracterizar a los seres humanos, el respeto y el amor al prójimo y nos dejamos llevar por nuestros impulsos más animales, la violencia, la satisfacción inmediata de caprichos y el individualismo.
Ayelén Caballero
Egresada 2007

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