lunes, 26 de mayo de 2008

Participación de ex alumnos

Hechos... la revista...
Tolerancia
En sus comienzos como ser social, el hombre era lo suficientemente pacífico como para que no existiesen diferencias de género, de poder, económicas... En otras palabras, era tolerante con sus vecinos.
Ahora bien, según nuestra sociedad, la posmoderna, somos más "avanzados" que las anteriores... ¿con respecto a qué? Al uso indiscriminado de artefactos que contaminan, que matan, que generan hambre, que no permiten la libre expresión del ser humano; al dinero que pagamos en intereses de la deuda externa y que podrían aplacar la carencia alimenticia de nuestros pibes; a la necesidad de existir sobre el otro y no con el otro.
Todo esto nos llevó, casi sin darnos cuenta, a una intolerancia difícil de disuadir, egoísta, sin aceptación de las opiniones del prójimo.
No hace falta buscar mucho para hallar signos de intolerancia, pero ¿cómo nos damos cuenta de que alguien es tolerante, con tanta superficialidad dando vueltas? La palabra no tiene el mismo valor que tenía hace cincuenta años atrás, ya no confiamos en el "Te doy mi palabra", porque la palabra no existe, se perdió, la malgastamos tanto que ya no sirve. Si hablamos como pensamos, con razón estamos como estamos, insultamos sin darnos cuenta y, como grupo social, no nos reconocemos en el otro, miramos sin ver lo que ocurre a nuestro alrededor y a nuestro prójimo.
Según el diccionario, la palabra tolerancia es "respeto hacia las opiniones y prácticas ajenas aunque sean contrarias a las propias", y ofrece como ejemplo:"La tolerancia es signo del hombre civilizado" ¿controversial, no? Porque es usual escuchar frases como "HAY QUE matarlos a todos"; "Hay que ahogarlos cuando nacen"; "Hay que mandarlos al paredón..."
No estamos al tanto del valor que toma la palabra cuando decimos lo que decimos.
La alfabetización se hace por medio de la palabra. Al alfabetizar al pueblo, este puede elegir, al elegir, nace la democracia y si nace la democracia somos libres y si somos libres consideramos importante nuestro compromiso hecho a través de la palabra.
Sobreviven algunas palabras con valor pleno: dinero, poder, codicia, ambición, individualismo, ganar... En cambio, honradez, fraternidad, solidaridad, generosidad, honestidad, convivencia, humildad, ya casi ni se usan, hay personas que desconocen sus significados, otros su existencia e incluso hay quienes se burlan de quien las pone en práctica.
Somos poseedores de la razón, don exclusivo de los humanos y la empleamos para avances científicos que nadie asegura sean usados con fines éticos.
Propongo observar a nuestros maestros, los griegos, quienes empleaban el diálogo para discutir diversos asuntos que generaban discordia, pero siempre utilizando la palabra como medida de acuerdo entre las personas.
Es por todo lo anterior que recae sobre nosotros la posibilidad de revalorizar la palabra, de darle sentido a cada expresión que usamos.
No perdamos el desafío que implica volver a ser seres de razón.
Por Florencia Querencio, ex. alumna.

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